sábado, 17 de marzo de 2012

Dialogo de Harry potter y la camara de los secretos

"—Tienes que ayudarme, Tom —dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de
Ginny—. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero
podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame...
Ryddle no se movió. Harry, sudando, logró levantar a medias a Ginny del suelo, y
se inclinó a recoger su varita.
Pero la varita ya no estaba.
—¿Has visto...?
Levantó los ojos. Ryddle seguía mirándolo... y jugueteaba con la varita de Harry
entre los dedos.
—Gracias —dijo Harry, tendiendo la mano para que el muchacho se la devolviera.
Una sonrisa curvó las comisuras de la boca de Ryddle. Siguió mirando a Harry,
jugando indolente con la varita.
—Escucha —dijo Harry con impaciencia. Las rodillas se le doblaban bajo el peso
muerto de Ginny—. ¡Tenemos que huir! Si aparece el basilisco...
—No vendrá si no es llamado —dijo Ryddle con toda tranquilidad.
Harry volvió a posar a Ginny en el suelo, incapaz de sostenerla.
—¿Qué quieres decir? —preguntó—. Mira, dame la varita, podría necesitarla.
La sonrisa de Ryddle se hizo más evidente.
—No la necesitarás —repuso.
Harry lo miró.
—¿A qué te refieres, yo no...?
—He esperado este momento durante mucho tiempo, Harry Potter —dijo Ryddle—
. Quería verte. Y hablarte.
—Mira —dijo Harry, perdiendo la paciencia—, me parece que no lo has entendido:
estamos en la Cámara de los Secretos. Ya tendremos tiempo de hablar luego
—Vamos a hablar ahora —dijo Ryddle, sin dejar de sonreír, y se guardó en el
bolsillo la varita de Harry.
Harry lo miró. Allí sucedía algo muy raro.
—¿Cómo ha llegado Ginny a este estado? —preguntó, hablando despacio.
—Bueno, ésa es una cuestión interesante —dijo Ryddle, con agrado—. Es una
larga historia. Supongo que el verdadero motivo por el que Ginny está así es que le
abrió el corazón y le reveló todos sus secretos a un extraño invisible.
—¿De qué hablas? —dijo Harry.
—Del diario —respondió Ryddle—. De mi diario. La pequeña Ginny ha estado
escribiendo en él durante muchos meses, contándome todas sus penas y congojas: que
sus hermanos se burlaban de ella, que tenía que venir al colegio con túnica y libros de
segunda mano, que... —A Ryddle le brillaron los ojos—... pensaba que el famoso, el
bueno, el gran Harry Potter no llegaría nunca a quererla...
Mientras hablaba, Ryddle mantenía los ojos fijos en Harry. Había en ellos una
mirada casi ávida.
—Es una lata tener que oír las tonterías de una niña de once años —siguió—. Pero
me armé de paciencia. Le contesté por escrito. Fui comprensivo, fui bondadoso. Ginny,
simplemente, me adoraba: Nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom... Estoy tan
contenta de poder confiar en este diario... Es como tener un amigo que se puede llevar
en el bolsillo...
Ryddle se rió con una risa potente y fría que parecía ajena. A Harry se le erizaron
los pelos de la nuca.
—Si es necesario que yo lo diga, Harry, la verdad es que siempre he fascinado a la
gente que me ha convenido. Así que Ginny me abrió su alma, y era precisamente su
alma lo que yo quería. Me hice cada vez más fuerte alimentándome de sus temores y de
sus profundos secretos. Me hice más poderoso, mucho más que la pequeña señorita
Weasley. Lo bastante poderoso para empezar a alimentar a la señorita Weasley con
algunos de mis propios secretos, para empezar a darle un poco de mi alma...
—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry, con la boca completamente seca.
—¿Todavía no  lo adivinas, Harry Potter? —dijo sin inmutarse Ryddle—. Ginny
Weasley abrió la Cámara de los Secretos. Ella retorció el pescuezo a los gallos del
colegio y pintarrajeó pavorosos mensajes en las paredes. Ella echó la serpiente de
Slytherin contra los cuatro sangre sucia y el gato del squib.
—No —susurró Harry.
—Sí —dijo Ryddle con calma—. Por supuesto, al principio ella no sabía lo que
hacia. Fue muy divertido. Me gustaría que hubieras podido ver las anotaciones que
escribía en el diario... Se volvieron mucho más interesantes... Querido Tom —recitó,
contemplando la horrorizada cara de Harry—, creo que estoy perdiendo la memoria. He
encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé por qué están ahí. Querido Tom, no
recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo
manchas de pintura en la túnica. Querido Tom, Percy me sigue diciendo que estoy
pálida y que no parezco yo.
Creo que sospecha de mí... Hoy ha habido otro ataque y no
sé dónde me encontraba en aquel momento. ¿Qué voy a hacer, Tom? Creo que me estoy
volviendo loca. ¡Me parece que soy yo la que ataca a todo el mundo, Tom!
Harry tenía los puños apretados y se clavaba las uñas en las palmas.
—Le llevó mucho tiempo a esa tonta de Ginny dejar de confiar en su diario         
—explicó Ryddle—. Pero al final sospechó e intentó deshacerse de él. Y entonces
apareciste tú, Harry. Tú lo encontraste, y nada podría haberme hecho tan feliz. De todos
los que podrían haberlo cogido, fuiste tú, la persona a la que yo tenía más ganas  de
conocer...
—¿Y por qué querías conocerme? —preguntó Harry La ira lo embargaba y tenía
que hacer un gran esfuerzo para mantener firme la voz.
—Bueno, verás, Ginny me lo contó todo sobre ti, Harry —dijo Ryddle—. Toda tu
fascinante historia. —Sus ojos vagaron por la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía
en la frente, y su expresión se volvió más ávida—. Quería averiguar más sobre ti, hablar
contigo, conocerte si era posible, así que decidí mostrarte mi famosa captura de ese
zopenco, Hagrid, para ganarme tu confianza.
—Hagrid es mi amigo —dijo Harry, con voz temblorosa—. Y tú lo acusaste, ¿no?
Creí que habías cometido un error, pero...
Ryddle volvió a reírse con su risa sonora —Era mi palabra contra la de Hagrid. Bueno, ya te puedes imaginar lo que pensaría
el viejo Armando Dippet. Por un lado, Tom Ryddle, pobre pero muy inteligente, sin
padres pero muy valeroso, prefecto del colegio, estudiante modelo; por el otro lado, el
grandón e idiota de Hagrid, que tenía problemas cada dos por tres, que intentaba criar
cachorros de hombre lobo debajo de la cama, que se escapaba al bosque prohibido para
luchar con los trols. Pero admito que incluso yo me sorprendí de lo bien que funcionó
mi plan. Creía que alguien al fin comprendería que Hagrid no podía ser el heredero de
Slytherin. Me había llevado cinco años averiguarlo todo sobre la Cámara de los
Secretos y descubrir la entrada oculta... ¡como si Hagrid tuviera la inteligencia o el
poder necesarios!
»Sólo el profesor de Transformaciones, Dumbledore, creía en la inocencia de
Hagrid. Convenció a Dippet para que retuviera a Hagrid y le enseñara el oficio de
guarda. Sí, creo que Dumbledore podría haberlo adivinado. A Dumbledore nunca le
gusté tanto como a los otros profesores...
—Me apuesto algo a que Dumbledore descubrió tus intenciones  —dijo Harry,
rechinando los dientes.
—Bueno, es verdad que él me vigiló mucho más después de la expulsión de
Hagrid, me fastidió bastante —dijo Ryddle sin darle importancia—. Me di cuenta de
que no sería prudente volver a abrir la cámara mientras siguiera estudiando en el
colegio. Pero no iba a desperdiciar todos los años que había pasado buscándola. Decidí
dejar un diario, conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para
que algún día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y
completara la noble tarea de Salazar Slytherin.
—Bueno, pues no la has completado —dijo Harry en tono triunfante—. Nadie ha
muerto esta vez, ni siquiera el gato. Dentro de unas pocas horas la pócima de
mandrágora estará lista y todos los petrificados volverán a la normalidad.
—¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle con suavidad—que ya no me preocupa
matar a los sangre sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo has sido... tú. —Harry lo
miró—. Imagina mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú
quien me escribía, sino Ginny.
Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si
averiguabas cómo funcionaba, y el diario te contaba todos sus secretos? ¿Y si, lo que
aún era peor,  te decía quién había retorcido el pescuezo a los pollos? Así que esa
mocosa esperó a que tu dormitorio quedara vacío y te lo robó. Pero yo ya sabía lo que
tenía que hacer. Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Por todo lo
que Ginny me había dicho sobre ti, yo sabía que irías al fin del mundo para resolver el
misterio... y más si atacaban a uno de tus mejores amigos. Y Ginny me había dicho que
todo el colegio era un hervidero de rumores porque te habían oído hablar pársel...
»Así que  hice que Ginny escribiera en la pared su propia despedida y bajara a
esperarte. Luchó y gritó y se puso muy pesada. Pero ya casi no le quedaba vida: había
puesto demasiado en el diario, en mí. Lo suficiente para que yo pudiera salir al fin de las páginas. He estado esperándote desde que llegamos. Sabía que vendrías. Tengo muchas
preguntas que hacerte, Harry Potter.
—¿Como cuál? —soltó Harry, con los puños aún apretados —Bueno —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿cómo es que un bebé sin un talento mágico
extraordinario derrota al mago más grande de todos los tiempos? ¿Cómo escapaste sin
más daño que una cicatriz, mientras que lord Voldemort perdió sus poderes?
En aquel momento apareció un extraño brillo rojo en su mirada.
—¿Por qué te preocupa cómo me libré? —dijo Harry despacio—. Voldemort fue
posterior a ti.
—Voldemort  —dijo Ryddle imperturbable— es mi pasado, mi presente y mi
futuro, Harry Potter..."